miércoles, 10 de septiembre de 2014

Principales fiestas del calendario romano

Principales bloques de fiestas del calendario romano.

En este apartado voy a seguir la clasificación diseñada por Manuel Marcos Casquero[i], para quien el calendario romano, evidentemente imbuido por la arcaica religión, se dividía fundamentalmente en dos bloques: uno caracterizado por contener fiestas con un tono bélico o guerrero, y otro que contemplaba fechas dedicadas a la agricultura y la ganadería. Son estas dos vertientes, lo guerrero y lo agrícola, las que definen, en esencia, al primitivo pueblo romano, por lo que indefectiblemente se veían reflejadas en el calendario que organizaba sus fiestas.
 
El primero de los bloques, o ciclos, el guerrero, se iniciaba con el primer mes del año, marzo, dedicado al dios Marte, padre del fundador y primer rey romano Rómulo. Durante este mes se desarrollaban una serie de festividades en las que intervenían de forma preferente el colegio de los salios, que el 1 de marzo iniciaban unas procesiones en las que, entre grandes saltos, batían sus escudos con bastones y entonaban una letanía[ii]. La finalidad de estos rituales era instigar, incentivar, despertar el ánimo guerrero del pueblo de cara a un nuevo año y a un tiempo primaveral propicio para las empresas bélicas. Algunas de las fiestas en las que participaban los salios eran las Ecurria[iii], en los días 27 de febrero y 14 de marzo, en las que se celebraban juegos y carreras de caballos en el campo de Marte, y las Quinquatrus[iv], en honor a Minerva, diosa de la guerra justa y sabia, durante la cual se disputaban numerosos combates de gladiadores en la arena del circo. Mención aparte merecen dos fiestas de carácter purificatorio y expiatorio: el Tubilustrium[v] y el Armilustrium[vi]. El 23 de abril se celebraban las primeras, limpiándose las trompetas de guerra en el Atrium Sutorium y ofreciéndose un sacrificio, según Ovidio, «a la potente diosa», probablemente Minerva. Por su parte, en el Armilustrium se procedía a lavar las armas del ejército a su regreso de la guerra, motivo por el cual se celebraban el 19 de octubre.


Nemo. Ceresdiosa. Dominio Público.

En cuanto al segundo de los ciclos, el agrario-ganadero, baste añadir que comenzaba a la par que el guerrero, jugando un papel importante en sus celebraciones la hermandad de los fratres Arvales, a los que antes se aludió. Entre las fiestas con un componente agrícola pueden citarse, entre otras, las siguientes: las Cerialia[vii] del 12 al 19 de abril, instituidas en honor a Ceres, divinidad agrícola a la que los campesinos debían ofrecer harina de escanda, sal chisporroteante y unos granos de incienso, o, en su defecto, unas antorchas resinosas, e inmolar una cerda para que fueran copiosas las cosechas; las Robigalia[viii] del 25 de abril, dirigidas a Robigo, divinidad que simboliza la roya de los cereales, por los que el Flamen Quirinalis le ofrecía «las entrañas de un perro y las vísceras de una oveja» para contener sus ánimos; las Fordicidia del 15 de abril, en las que cada curia sacrificaba una vaca preñada que representaba la fecundidad de la naturaleza; y las Vinalia[ix], en las que se realizaba la vendimia, con dos fechas: las Vinalia Priora del 23 de abril y las Vinalia Rustica del 19 de agosto. Respecto a la ganadería, merecen ser puestas de relieve las Parilia[x], dedicadas a Pales, señora de los pastores, que exigía un ritual en el que, de forma sucinta, se sacaban unos pastelillos con leche, se elevaba una plegaria y, finalmente, se debía saltar sobre tres hogueras dispuestas en fila.

Fiestas de carácter funerario y purificatorio.

Desde luego, no todas las celebraciones religiosas incumbían a la guerra o al campo. El profesor Marcos Casquero menciona la presencia en el calendario de un ciclo de fiestas con un contenido purificatorio y funerario, fiestas que tenían lugar en los meses de enero y febrero. Precisamente, el mes de febrero, que originariamente no formaba parte del calendario romano, era el mes de las purificaciones[xi]. Así, sobresalen dos fiestas dedicadas a los familiares, las Feralia[xii] del 21 de febrero y las Caristia[xiii] del día siguiente. Las primeras, instituidas en honor a los familiares fallecidos; las segundas, celebradas en honor de los familiares queridos vivos. En ambas se realizaban ofrendas, plegarias y libaciones, bien a la sepultura de los antepasados, bien a los Lares Familiares, para demostrar del respeto y afecto debido a la familia y, de paso, eludir las posibles represalias de las furiosas almas de los ancestros[xiv].

Otra fecha importante del mes de febrero, que no quisiera pasar por alto, son las Lupercalia[xv], que según Varrón tenían un contenido purificatorio. Durante estas fiestas los lupercos, ministros del culto al dios Fauno, partiendo desnudos desde la gruta del Lupercal, a la que debían su nombre[xvi], efectuaban una carrera mágica a lo largo del antiguo Pomoerium. En su loca carrera portaban unos látigos, confeccionados con piel de macho cabrío, con los que golpeaban a todos aquellos que se interpusieran en su camino. El macho cabrío era símbolo de fecundidad, por lo que las mujeres que deseaban quedarse encinta ofrecían sus espaldas para que los lupercos las azotaran. Con esto se creía que las mujeres eliminaban todo aquello que les impedía quedar embarazadas, estando, desde entonces, dispuestas para la reproducción.




[i] Ver su introducción a su edición de los Fastos de Ovidio, págs 53-62. Publio OVIDIO Nasón, Fastos, Editora Nacional, Madrid, 1984, Edición de Manuel Antonio Marcos Casquero.
[ii] Ovidio, Fasti, III, v. 259-392.
[iii] Ovidio, Fasti, II, 857-869 y III, 517-522; Varrón, De Ling. Lat. VI, 13. Marco Terencio VARRÓN, De Lingua Latina, Anthropos, Barcelona, 1990, Edición bilingüe a cargo de Manuel Antonio Marcos Casquero.
[iv] Ovidio, Fasti, III, 809-848 y VI, 651-710. Varrón, De Ling. Lat. VI, 14 y 17; Plauto, Miles Gloriosus, v. 693. Tito Maccio PLAUTO, Comedias II, Cátedra, Madrid, 1995, Edición de José Román Bravo. Había dos Quiquatrus: las mayores, del 19 al 23 de abril; y las menores, del 13 de junio.
[v] Ovidio, Fasti, III, 849-850; Varrón, De Ling. Lat. VI, 14.
[vi] Varrón, De Ling. Lat. VI, 22.
[vii] Ovidio, Fasti, IV, 393-620 y 679-712; Varrón, De Ling. Lat. VI, 15.
[viii] Ovidio, Fasti, IV, 905-942; Varrón, De Ling. Lat. VI, 16.
[ix] Ovidio, Fasti, IV, 863-900; Varrón, De Ling. Lat. VI, 16 y 20.
[x] Ovidio, Fasti, IV, 721-806; Varrón, De Ling. Lat. VI, 15.
[xi] Ovidio, en el libro II de los Fastos, nos informa sobre el origen del nombre del mes de febrero. Así, el mes de febrero tomó su denominación de la palabra februa, que designa a los objetos que se empleaban en los rituales expiatorios, por lo que este mes era conocido comúnmente como el mes de las purificaciones o expiaciones. 
[xii] Ovidio, Fasti, II, 533-570; Varrón, De Ling. Lat. VI, 13.
[xiii] Ovidio, Fasti, II, 617-638.
[xiv] No pasa desapercibido el hecho de que los romanos eran muy supersticiosos, como prueba la devoción e interés que mostraban por los presagios, los auspicios y, en general, cualquier forma de adivinación (ver Jérôme Carcopino, La vida cotidiana en Roma en el apogeo del imperio (1939), Temas de Hoy, Madrid, 1993, págs. 174-175). Cicerón, en De Leg, II, XIII, 32-33, reconoce la existencia de la ciencia adivinatoria del colegio de los augures, elogiando su utilidad de cara a la realización de cualquier empresa. Es más, era tal el respeto que Cicerón sentía por el arte adivinatorio que incluso escribió un tratado sobre ello, titulado De Divinatione (Sobre la adivinación).  
[xv] Ovidio, Fasti, II, 267-452; Varrón, De Ling. Lat. VI, 13.
[xvi] Varrón, De Ling. Lat. V, 85. 

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