Principales bloques de fiestas del calendario romano.
En este apartado
voy a seguir la clasificación diseñada por Manuel Marcos Casquero[i],
para quien el calendario romano, evidentemente imbuido por la arcaica religión,
se dividía fundamentalmente en dos bloques: uno caracterizado por contener
fiestas con un tono bélico o guerrero, y otro que contemplaba fechas dedicadas
a la agricultura y la ganadería. Son estas dos vertientes, lo guerrero y lo
agrícola, las que definen, en esencia, al primitivo pueblo romano, por lo que
indefectiblemente se veían reflejadas en el calendario que organizaba sus
fiestas.
El primero de los
bloques, o ciclos, el guerrero, se iniciaba con el primer mes del año, marzo,
dedicado al dios Marte, padre del fundador y primer rey romano Rómulo. Durante
este mes se desarrollaban una serie de festividades en las que intervenían de
forma preferente el colegio de los salios, que el 1 de marzo iniciaban unas
procesiones en las que, entre grandes saltos, batían sus escudos con bastones y
entonaban una letanía[ii].
La finalidad de estos rituales era instigar, incentivar, despertar el ánimo
guerrero del pueblo de cara a un nuevo año y a un tiempo primaveral propicio
para las empresas bélicas. Algunas de las fiestas en las que participaban los
salios eran las Ecurria[iii], en los días 27
de febrero y 14 de marzo, en las que se celebraban juegos y carreras de
caballos en el campo de Marte, y las Quinquatrus[iv], en honor a
Minerva, diosa de la guerra justa y sabia, durante la cual se disputaban
numerosos combates de gladiadores en la arena del circo. Mención aparte merecen
dos fiestas de carácter purificatorio y expiatorio: el Tubilustrium[v] y el Armilustrium[vi]. El 23 de abril
se celebraban las primeras, limpiándose las trompetas de guerra en el Atrium
Sutorium y ofreciéndose un sacrificio, según Ovidio, «a la potente diosa»,
probablemente Minerva. Por su parte, en el Armilustrium se procedía a
lavar las armas del ejército a su regreso de la guerra, motivo por el cual se
celebraban el 19 de octubre.
Nemo. Ceresdiosa. Dominio Público. |
En cuanto al
segundo de los ciclos, el agrario-ganadero, baste añadir que comenzaba a la par
que el guerrero, jugando un papel importante en sus celebraciones la hermandad
de los fratres Arvales, a los que antes se aludió. Entre las fiestas con
un componente agrícola pueden citarse, entre otras, las siguientes: las Cerialia[vii] del 12 al 19 de
abril, instituidas en honor a Ceres, divinidad agrícola a la que los campesinos
debían ofrecer harina de escanda, sal chisporroteante y unos granos de
incienso, o, en su defecto, unas antorchas resinosas, e inmolar una cerda para
que fueran copiosas las cosechas; las Robigalia[viii] del 25 de
abril, dirigidas a Robigo, divinidad que simboliza la roya de los cereales, por
los que el Flamen Quirinalis le ofrecía «las entrañas de un perro y las
vísceras de una oveja» para contener sus ánimos; las Fordicidia del 15
de abril, en las que cada curia sacrificaba una vaca preñada que representaba
la fecundidad de la naturaleza; y las Vinalia[ix], en las que se
realizaba la vendimia, con dos fechas: las Vinalia Priora del 23 de
abril y las Vinalia Rustica del 19 de agosto. Respecto a la ganadería,
merecen ser puestas de relieve las Parilia[x], dedicadas a
Pales, señora de los pastores, que exigía un ritual en el que, de forma
sucinta, se sacaban unos pastelillos con leche, se elevaba una plegaria y,
finalmente, se debía saltar sobre tres hogueras dispuestas en fila.
Fiestas de carácter funerario y purificatorio.
Desde luego, no
todas las celebraciones religiosas incumbían a la guerra o al campo. El
profesor Marcos Casquero menciona la presencia en el calendario de un ciclo de
fiestas con un contenido purificatorio y funerario, fiestas que tenían lugar en
los meses de enero y febrero. Precisamente, el mes de febrero, que
originariamente no formaba parte del calendario romano, era el mes de las
purificaciones[xi].
Así, sobresalen dos fiestas dedicadas a los familiares, las Feralia[xii] del 21 de
febrero y las Caristia[xiii] del día
siguiente. Las primeras, instituidas en honor a los familiares fallecidos; las
segundas, celebradas en honor de los familiares queridos vivos. En ambas se
realizaban ofrendas, plegarias y libaciones, bien a la sepultura de los
antepasados, bien a los Lares Familiares, para demostrar del respeto y afecto
debido a la familia y, de paso, eludir las posibles represalias de las furiosas
almas de los ancestros[xiv].
Otra fecha
importante del mes de febrero, que no quisiera pasar por alto, son las Lupercalia[xv], que según
Varrón tenían un contenido purificatorio. Durante estas fiestas los lupercos,
ministros del culto al dios Fauno, partiendo desnudos desde la gruta del
Lupercal, a la que debían su nombre[xvi],
efectuaban una carrera mágica a lo largo del antiguo Pomoerium. En su
loca carrera portaban unos látigos, confeccionados con piel de macho cabrío,
con los que golpeaban a todos aquellos que se interpusieran en su camino. El
macho cabrío era símbolo de fecundidad, por lo que las mujeres que deseaban
quedarse encinta ofrecían sus espaldas para que los lupercos las azotaran. Con
esto se creía que las mujeres eliminaban todo aquello que les impedía quedar
embarazadas, estando, desde entonces, dispuestas para la reproducción.
[i] Ver su introducción a su edición de los Fastos de Ovidio, págs
53-62. Publio OVIDIO Nasón, Fastos, Editora Nacional, Madrid, 1984,
Edición de Manuel Antonio Marcos Casquero.
[ii] Ovidio, Fasti, III, v. 259-392.
[iii] Ovidio, Fasti, II, 857-869 y III, 517-522; Varrón, De Ling. Lat. VI, 13. Marco Terencio
VARRÓN, De Lingua Latina, Anthropos, Barcelona, 1990, Edición bilingüe a
cargo de Manuel Antonio Marcos Casquero.
[iv] Ovidio, Fasti, III, 809-848 y VI, 651-710. Varrón, De Ling.
Lat. VI, 14 y 17; Plauto, Miles Gloriosus, v. 693. Tito Maccio
PLAUTO, Comedias II, Cátedra, Madrid, 1995, Edición de José Román Bravo.
Había dos Quiquatrus: las mayores, del 19 al 23 de abril; y las menores,
del 13 de junio.
[v] Ovidio, Fasti, III, 849-850; Varrón, De Ling. Lat. VI,
14.
[vi] Varrón, De Ling. Lat. VI, 22.
[ix] Ovidio, Fasti, IV, 863-900; Varrón, De Ling. Lat. VI, 16
y 20.
[xi] Ovidio, en el libro II de los Fastos, nos informa sobre el
origen del nombre del mes de febrero. Así, el mes de febrero tomó su
denominación de la palabra februa, que designa a los objetos que se
empleaban en los rituales expiatorios, por lo que este mes era conocido
comúnmente como el mes de las purificaciones o expiaciones.
[xii] Ovidio, Fasti, II, 533-570; Varrón, De Ling. Lat. VI,
13.
[xiii] Ovidio, Fasti, II, 617-638.
[xiv] No pasa desapercibido el hecho de que los romanos eran muy
supersticiosos, como prueba la devoción e interés que mostraban por los
presagios, los auspicios y, en general, cualquier forma de adivinación (ver Jérôme
Carcopino, La vida cotidiana en Roma en
el apogeo del imperio (1939), Temas de Hoy, Madrid, 1993, págs. 174-175).
Cicerón, en De Leg, II, XIII, 32-33, reconoce la existencia de la
ciencia adivinatoria del colegio de los augures, elogiando su utilidad de cara
a la realización de cualquier empresa. Es más, era tal el respeto que Cicerón
sentía por el arte adivinatorio que incluso escribió un tratado sobre ello,
titulado De Divinatione (Sobre la adivinación).
[xv] Ovidio, Fasti, II, 267-452; Varrón, De Ling. Lat. VI,
13.
[xvi] Varrón, De Ling. Lat. V, 85.
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