Hoy recibimos en el camarote a
Carlos Rodrigo, escritor, poeta, articulista, compañero juntero (con el riesgo
que eso tiene hoy) y un sinfín de cosas más. Sin duda, una de esas ocasiones
especiales para las que este blog nació.
Nuestro autor ha publicado
recientemente un libro de relatos, titulado El
Mirador de Rilke, que presentará en la Biblioteca de Castilla-La Mancha, en
Toledo, el próximo lunes 9 de marzo, a las 19:00 horas. La edición corre a cargo de Editorial Amarante, y se encuentra en ebook y formato
tradicional. Para quien guste de la poesía, Carlos Rodrigo tiene publicado un
poemario, Nubes y claros, en
Editorial Celya, con prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Para abrir boca, Carlos ha
tenido la gentileza de mandar tres relatos al camarote, de placentera degustación. Para mí es una buena noticia para la literatura y confío en que
su libro se venda muy bien. ¡¡Enhorabuena Carlos!!
EL SUEÑO DE ONETTI
Luigi soñó que estaba tendido encima
del catre, estirado como una momia, respirando larga y tímidamente como si tuviera
miedo de incomodar a alguien. Los ojos muy abiertos y fijos en el techo
blanco-sucio, que tenía una grieta con dos afluentes que iban a morir en las
esquinas. Permanecía en la misma posición durante un tiempo indeterminado un
minuto, una hora, y no lograba pensar en nada concreto, pasado, presente o
futuro. Sólo alguna imagen inconexa, ni siquiera vivida o que se aproximara a
algo parecido a un deseo. Cuando despertó su realidad no difería ni un ápice al
sueño. Sólo recordaba aquella frase de su padre mirándose al espejo: “a ese
miserable se le han muerto hasta los sueños”.
I CONGRESO INTERNACIONAL DE SERES
MALDITOS
… Bernard Fokke llevaba sentado
en la cofa del palo mayor de “el buque volador” una eternidad. Y aunque esto
del tiempo era, es, y será siempre (o nunca según se mire) relativo,
según teorizaba, desde no mucho, otro judío lejos del mar de Las Hébridas que
ahora singlaba, ciertamente la situación empezaba a resultarle insoportable.
En esto, el destino y el mar, que
ahogan pero no aprietan, acercaron unos cantos hacia sus oídos. “Las pesadas de
las sirenas otra vez -farfulló-, estas desahogadas se creen que nací ayer”.
Pero a medida que era más nítido el sonido, percibió que estaba ante un velero
cochambroso, cuyo sonriente capitán le espetó:
— ¿Hacia Ítaca?
— Todo a babor.-replicó-.
— Si llega usted antes diga a
Penélope que la quiero y que me espere.
Y es desde entonces que Fokke, algo
misógino, romántico incurable, poco dado a finales crepusculares, y defensor de
que un segundo no dura siempre un segundo, se toma las cosas con filosofía, y
sentado en la cofa situada en el cuello del palo mayor de su barco, fuma en una
vieja pipa de madera de boj un tabaco indefendible que extrañamente nunca se
consume, mientras espera tiempos y espacios mejores…
ADIÓS SIN EL CORAZÓN
Por mucho que dijeran
con la boca chica sus familiares y amigos, la presión se masticaba en el
ambiente y el aire era irrespirable. En el pueblo ya no la miraban igual desde
los rumores de infidelidad. Con independencia de su veracidad, siempre algo
queda. Eva se sentía marcada y desprotegida. Así que cuando se le
acabaron las lágrimas, primero las de rabia, luego las de impotencia, y por
último las de indefensión, decidió poner fin a un matrimonio en el que ya no
creía. Con cabeza alta y paso decidido se dirigió al dormitorio, abrió el falso
cajón junto a la cama de matrimonio, y tras empuñar la pistola, sin
vacilaciones, enfiló hacia el salón. A menos de un metro, tras cuadrarse, y sin
pestañear, descerrajó un único, certero e inapelable disparo en pleno corazón
del retrato de su esposo. Era el último favor que le hacía. “A fin de cuentas
un cuadro con una historia detrás se vende mejor en el mercado, que se lo digan
a Cela y su Miró rasgado”
— pensó en voz alta sonriendo—. Dejó el arma humeante y se marchó con lo
puesto. Para el viaje de la libertad no precisaba equipaje.
CARLOS RODRIGO LÓPEZ
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