domingo, 5 de julio de 2015

Víctor Sánchez-Aranzueque Pantoja, un luchador

Con la irreparable pérdida de Víctor Sánchez-Aranzueque todavía reciente, desde este camarote quiero, humildemente, rendirle tributo con una de las muchas facetas en las que su desbordante personalidad se introdujo, la poesía. Sabido es que su pasión era la música, en la que era un consumado maestro, pero nunca desdeñó el mundo de las letras.
Aquí presento un poema suyo, titulado El vagabundo, publicado en el número 7 de la desaparecida revista Zona Libre, de mayo de 2005, en la época en la que yo colaboraba con la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Yepes. Siempre dispuesto a colaborar y a llevar a cabo cualquier tipo de iniciativa cultural, su vida ha sido un ejemplo valiosísimo de pasión y de lucha por todo en lo que uno cree, por todo lo que uno ama. No en vano en su poema podemos leer «Pues para ir cabizbajo me sobran los motivos, al igual que para luchar hasta el final». Nunca dejaremos de echarle de menos, porque luchó hasta el final.

Que la tierra te sea leve, Víctor.





EL VAGABUNDO

Nadie puede ver a través de los ojos
de un pobre vagabundo solitario,
porque nadie camina hacia el futuro
queriendo olvidar el pasado.

Así es la tenue y triste vida
de un hombre enamorado y desamparado;
así perece poco a poco en su memoria
cada uno de los amores en los que ha naufragado.

No vive en ningún mundo de locos,
ni tampoco entre cuerdos ha habitado,
pero si ha vagado entre el olvido,
la tristeza, la soledad y lo nostálgico.

Así de cruel es la vida cuando tuerces una esquina,
pues al tomar bien la curva no temes una caída.
pero el que es un vagabundo de tantas causas perdidas
no cesa de luchar por amor, por el que daría la vida.

No son sus ropas raídas las que muestran su valía,
no son sus medallas ni su espada las que muestran su esplendor,
el que nace caballero lo demuestra cada día
dando a entender al mundo que lo lleva en el corazón.

Sus paseos son amargos, como lo es así su vida,
porque el viento ha erosionado sus manos y su cara,
porque sus caricias se han perdido entre las nubes y las nieblas…
porque ya no tiene a quién dar amor, pues ha perdido a su amada.

Ahora se refugia entre portales, matojos y posadas
intentando olvidar el dolor que le causó su dama fugada.
pero el frío del invierno trae consigo el aroma de su pelo
y este pobre vagabundo no encuentra un poco de consuelo.

Así de ahogado está en su boca el olvido,
pues no encuentra un modo de vivir porque le faltan los motivos.
Así de triste ve pasar lentamente las horas
viendo desde un banco pasar los trenes por donde ha venido.

Pero su mirada se pierde ahí, en la bella luz del Tajo,
cuando asoma bien la luna y logra iluminar su rostro.
Y es entonces cuando una de sus toscas sonrisas
se funde con sus lágrimas, puesto que está solo.

Esas bellas noches son las que le dan más cobijo.
Son estas, en las que la soledad no está tan sola,
en las que la luna le vuelve a dar abrigo
y vuelve a sentir el arrullo de la aurora.

Así de simple es el pobre, que se conforma con nada,
tan sólo un gesto, un abrazo, aunque sea una mirada.
Pero él sólo sabe darlo todo por su bella amada,
la cual parece ser que ha olvidado con quién habla.

Dudo mucho que este hombre, inmerso en la soledad,
logre encontrar un camino de vuelta a la felicidad,
pues por los grises parajes por los que va a caminar
no hay sendero ni vereda, solo tierra que pisar.

Alguien le dijo un día que por nada se achantara,
pero él, débil e iluso, no puede ni con su alma.
Esa persona le dijo que era un ángel sin alas,
pero él se ve más demonio, porque oculta su mirada.

No es un hombre de muchas amistades,
pero con las que tiene está más que sobrado,
aunque prefiere caminar siempre solo,
perdido, sin rumbo y abandonado.

Este hombre no es otro que el que poco a poco ha escrito
unas líneas que le han servido para evadir su soledad.
Ha dado rienda suelta a su desamparo y su pobreza
y ha comenzado de nuevo a caminar.

Porque nadie dicta los pasos de un desconocido,
el que todos, cada día, ven como un loco caminar.
Pues para ir cabizbajo me sobran los motivos,
al igual que para luchar hasta el final.

Hay gente que intenta entender qué ven mis ojos
y los hay que intentan concebir cómo está mi corazón,
pero es algo que se hace demasiado complicado
puesto que ya demasiadas veces he muerto por amor.

Así es la vida del vagabundo, perdido y desolado,
Así de dura es la vida, que nunca está de su lado.
Así de triste es su mirada de poeta abandonado.
Así se ha muerto de nuevo… pero seguirá luchando.

VÍCTOR SÁNCHEZ-ARANZUEQUE PANTOJA