viernes, 14 de noviembre de 2025

Presentación de la novela Brumas sobre Blackhorne, de José Antonio Rodríguez-Tembleco Gálvez

Este camarote abre su puerta a un nuevo polizón. ¡Y también dos huevos duros! ¡Otros dos más! En esta ocasión para anunciar a los cuatro vientos (aunque el tercero creo que ya lo sabe) la próxima publicación del libro Brumas sobre Blackhorne, de mi amigo José Antonio Rodríguez-Tembleco Gálvez. Si quien entre en este camarote gusta de las historias de misterio, de islas ocultas, de niebla a lo Carpenter (que miedo me dio esa peli en el cine de los Bernardos), está de enhorabuena y tiene una cita ineludible. Publica Editorial Popular.

La presentación del libro tendrá lugar en Yepes, en el Centro Cultural “Calderón de la Barca”, el día 29 de noviembre de 2025, a las 19:00 horas.




Recordamos a los despistados que en este camarote ya se hizo hueco al anterior libro de José Antonio, Relatos de lo humano y sobrehumano, del que tuve el honor de escribir una breve introducción.

¡¡Enhorabuena José Antonio!! Y a los demás, a rascarse el bolsillo con el libro. Merece la pena

martes, 30 de septiembre de 2025

El criterio de demarcación de Popper

Comentario de un texto del libro La lógica de la investigación científica, de Karl Popper, sobre el criterio de demarcación entre lo que es ciencia y lo que no lo es. Se expone brevemente en qué consiste este criterio, diferenciándolo del verificacionismo. También se aborda la manera en que, desde el criterio de Popper, se entenderían casos problemáticos como el creacionismo o el terraplanismo


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El verificacionismo, criterio de demarcación propio del Círculo de Viena (con autores como Neurath o Carnap), señala que la ciencia se caracteriza por utilizar enunciados comprobados por la experiencia. Una proposición o un enunciado será científico si ha sido demostrado, empíricamente, como verdadero: si ha sido verificado por la experiencia, con una estrategia inductivista (que pasa de los casos particulares a la ley general). El criterio de Popper busca un resultado, digamos, distinto: un enunciado o una teoría será científico si puede ser demostrado empíricamente como falso. Popper fue muy crítico con el inductivismo de los neopositivistas, puesto que la inducción no justifica íntegramente la validez de una hipótesis científica; esto es, la inducción es incompleta porque no puede probar definitivamente una hipótesis: siempre cabe la posibilidad de que aparezca un caso (n+1) que haga falsa la hipótesis. De la observación repetida de casos particulares no se puede alcanzar una ley universal, porque puede aparecer un caso que la contradiga; de ahí que Popper no exija a los enunciados científicos poder ser seleccionados en sentido positivo “de una vez para siempre”. Las teorías no se pueden verificar empíricamente. Por eso su estrategia es diferente: las teorías científicas deben afirmar algo acerca del mundo, nos tienen que informar sobre cómo funciona el mundo. Y esto podrá ser confrontado con la experiencia, para comprobar si ésta corrobora o refuta lo que afirma la teoría. Cuanto más afirme una teoría, de forma más clara y definida, más posibilidades habrá de que pueda ser refutada. Así pues, la ciencia progresa por ensayo y error: al final quedan las teorías que superan las falsaciones, y en este sentido son superiores.

Respecto a los casos planteados por la segunda cuestión, el creacionismo presenta una postura que se mueve en un ámbito distinto al científico, ajeno a la ciencia, al situar el origen del universo en un creador inteligente, lo que no puede ser ni comprobado ni falsado. Es una creencia religiosa, y estas creencias no pueden ser falsadas por la experiencia (no tenemos experiencia de Dios), luego no son científicas y según Popper no superarían el criterio de demarcación: es un caso de no ciencia, que no excluye nada y por eso no explica nada. Otro tanto sucede con el caso de la pseudomedicina, que tampoco puede ser falsada por cualquier experiencia o hecho que se deduzca de la misma (como ocurre con el psicoanálisis o el marxismo), sino, al contrario, cualquier experiencia posible puede servir para confirmar sus postulados. Con el inconveniente añadido de que la pseudomedicina es un discurso que quiere hacerse pasar por científico, emulando sus formas; es pseudociencia. Finalmente, en cuanto al terraplanismo, es una postura o discurso tajantemente anticientífico, que rechaza las explicaciones científicas tachándolas de interesadas y poco objetivas o realistas. Se trata de una teoría completamente falsada por la observación y la experiencia, siendo múltiple y notoria la evidencia que demuestra que la Tierra no es plana, por lo que no supera el criterio de demarcación de Popper.        


sábado, 8 de marzo de 2025

Magistraturas romanas: el Cuestor

La custodia y administración de los fondos públicos era el cometido principal de los cuestores[1]. No obstante, y en ello radica la etimología de la palabra cuestor[2], ya desde antiguo desempeñaron labores relacionadas con la investigación de hechos delictivos (anquisitio), con los quaestores parricidii de época monárquica.

Los cuestores eran dos magistrados inferiores, desprovistos de imperium, encargados de cuidar el tesoro público, como ya se dijo antes, y que, según Tito Livio en IV, 43, 4, recibían el nombre de cuestores urbanos. Este número de cuestores se vio duplicado en el año 421, a petición de los cónsules, con el objetivo de que hubiera dos cuestores que administrasen los fondos militares autorizados por el Senado, y, de esta forma, auxiliaran a los cónsules en las tareas militares. Siguiendo la información de Tito Livio, vemos como estos cuatro cuestores eran elegidos por el pueblo[3], y como en estas elecciones resurge la sempiterna confrontación entre patricios y plebeyos. En efecto, Livio nos muestra como los cuestores eran designados, hasta el 421, de entre el patriciado[4]; y, como, tras esa fecha, se consintió que los plebeyos presentasen candidaturas a las elecciones a cuestor, si bien no encontramos cuestores plebeyos hasta el año 409[5].



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Un último aspecto que quisiera tratar sobre los cuestores es el relativo a su derecho a convocar al pueblo. Cicerón, al exponer los magistrados que estaban legitimados para llamar al pueblo en asamblea, no cita expresamente a los cuestores[6]. Pese a ello, en Varrón se encuentra una valiosa información sobre un Commentarium Anquisitionis[7], escrito por un cuestor, en el que se hace una descripción precisa de los pasos que debía dar el cuestor para convocar al ejercito ciudadano, en aras a la celebración de un proceso penal por un delito sancionado con la pena capital. El mismo Varrón añade que por ningún otro motivo más el cuestor estaba capacitado para convocar los comicios centuriados[8]. Es decir, el carácter de instructor de causas penales, en las que ejercía también la acusación[9], le proporcionaba al cuestor el ius agendi cum populo, pudiendo tomar los auspicios y presidir la asamblea por centurias.



[1] Cic. De Leg, III, III, 6. Marco Tulio CICERÓN, La República y Las Leyes, Akal, Madrid, 1989, Edición de Juan María Núñez González.

[2] Ver Varrón, De Lingua LatinaAnthropos, Barcelona, 1990, Edición bilingüe a cargo de Manuel Antonio Marcos Casquero, V, 81: «Los cuestores (quaestores)- nombre derivado de quaerere (investigar)- son quienes llevan el control (conquirere) de los fondos públicos y la investigación de los hechos delictivos».

[3] Liv. IV, 43, 12. TITO LIVIO, Historia de Roma desde su Fundación, tomo II libros IV-VII, 1990, Edición de José Antonio Villar Vidal.

[4] Liv. IV, 43, 4.

[5] Liv. IV, 54, 3.

[6] Cicerón menciona al cónsul, al pretor, al dictador, al jefe de caballería y al interrey en De Leg, III, IV,10.

[7] Varr. De Ling. Lat. VI, 90-92.

[8] Varr. De Ling. Lat. VI, 93: «Pero el pueblo es convocado a la asamblea por este motivo, porque por ningún otro este magistrado puede convocar al ejército ciudadano».

[9] Varr. De Ling. Lat. VI, 90; Cic. De Rep, II, XXXV, 60.